Tengo un amigo que tiene dificultades para dormir. Harto de aguantarle horas y horas al teléfono, le he recomendado que pase unos días en El Sueño de Virila. La idea ha sido un éxito, porque hay lugares que quedan marcados por el nombre. La leyenda de Virila puede parecer el típico hotel que busca un nombre diferente… y claro que lo es. Después de quince años rehabilitando la casa, Farnés y Javier llegaron al duro momento de buscar nombre para esta casona del siglo XVI que habían convertido en hotel.

Hay veces que uno debe apagar el navegador del coche. Tierra de Campos es uno de esos lugares donde merece la pena parar el coche para hablar con la gente, recuperar ese noble arte de preguntar por un sitio para comer o para que nos indiquen el camino que lleva a esa ermita que quedó ‘olvidada’ porque el vandalismo no es muy partidario de los carteles indicativos. Así es Castilla, para lo bueno y para lo malo. Es en estos lugares donde se encuentra el restaurante y hotel Estrella del Bajo Carrión.

En la costa, en pleno trópico, Cartagena de Indias representa la imagen más tópica del Caribe colombiano, con un apasionante pasado colonial que se puede disfrutar con cualquier presupuesto. En sus calles, mansiones, fortines y fortalezas, esta ciudad es Patrimonio de la Humanidad y para muchos es también la ciudad más bella de América. Es difícil contradecir esta afirmación mientras paseamos entre plazoletas, claustros, balcones y pintorescas callejuelas coloniales. Las mulatas asomadas a los balcones y los niños que siguen jugando al fútbol en las callejuelas empedradas son unas piezas más del decorado. Cartagena es una ciudad para recorrerla despacio, varias veces, a pie, a la luz del día y en la noche. El placer está asegurado.

Tengo un amigo que quería ser actor. Para él, los actores tienen que ser ingleses y hacer grandes papeles. Nada de comedia ligera ni ejercicios de humor en el club de comedia: un actor de verdad es gente como Gary Cooper, Colin Farrell, Charles Laughton o Sean Connery.

Este 29 de abril ha sido un gran día. Desde que se anunció el premio, todo el mundo reconoce a un restaurante de Gerona, El Celler de Can Roca, como el mejor restaurante del mundo. Los tres hermanos Roca i Fontané se han convertido en los nuevos Tres Mosqueteros de gastronomía más sofisticada. Hay que felicitarles, porque su manera de cocinar tiene mucho de composición musical, y no me extraña que utilicen la música a menudo para “hilvanar” sus menús de degustación de 135 euros. Sinceramente, estos muchachotes podrían ser los nuevos miembros de Il Divo. ¡Qué gesto! ¡Qué discurso! ¡Qué presencia!

Tengo un amigo que ha decidido cambiar de vida. Después de un invierno tan lluvioso y de hacer creer que a su esposa que ha visto “ranas con pelo” en un estanque cercano a su casa en Lugo, ha cogido todos sus ahorros y se ha ido a buscar su destino personal al sur. Las últimas noticias que se tienen de él llegan desde Almería: dice que tiene “hidrofobia” y ha enviado una foto por guasapps desde el hostal La Palmera, en Aguamarga.

Tengo una amiga que tiene una gran habilidad para demostrarnos cómo funciona el chantaje gastronómico. Sin prisas, pero sin pausa. Sin presión… pero con una dosis de insistencia que siempre ayuda a conseguir las cosas. En su casa, se cumple siempre la máxima "dime qué te gusta y te diré lo que quiero”.

Tengo un amigo que sólo se aloja en hoteles cercanos a los bosques. Como buen gallego dice que no cree en las ‘meigas’; pero sabe que hay ‘duendes buenos’ que le transmiten energía positiva en algunos bosques. Por eso, desde hace unos años tiene un lugar que colma todas sus aspiraciones y se refugia al menos una semana en la habitación 105 del hotel del Balnerario del Río Pambre.

Tengo un amigo que siempre quiso   “ser  de pueblo”.  Primero pensó en lo idílico que era el trabajo en el campo, luego en los dulces amaneceres desde la ventana de su casa y luego,  lo agradable   que podría ser  el tener un pequeño  rebaño de ovejas… 

Tengo un amigo que piensa que el lujo debe ser muy caro, porque así se valora más. Muchos le critican, pero él piensa que es por envidia. Por eso, algunos "lugares" tienen un valor por sí mismos y no merecen ser cuestionados.

Tengo un amigo que sigue jugando con el Exin Castillo,   con sus   almenas,  sus  princesas, los torneos medievales y la Torre del Homenaje.  Todo le vale  para construir sus maquetas  y recrear sus estudios  sobre las  batallas medievales y ese “rollito” de salvar  a su  “princesa” o descolgarse por  el muro del castillo al estilo Errol Flinn…

Tengo un amigo que instaló media docena de ocas en el jardín de su casa para vigilar su propiedad. Feliz y contento encargó una caseta de madera para protegerlas de los duros inviernos de la sierra segoviana y un estanque para que puedan asearse y cuidar su plumaje. Le habían prometido que las seis eran “puras damiselas que no habían conocido barón” y que no tenían intención de mancillar su virtud.

Tengo un amigo que soñaba con viajar a Amarillo (Texas) para ver los Cadillac “clavados” en el territorio tejano. Aquel viaje cambió su vida. Quiso ser cow-boy y conducir una pick-up con la cornamenta de un “long-horn” (cuernos largos) como parachoques.

Tengo una amiga que solucionaba todos sus regalos en una tienda que se llama “Uno de 50”. Por desgracia, la originalidad va en claro retroceso y consecuentemente, la sorpresa y aparente alegría del receptor del regalo es menor. Con el descubrimiento de algunos productos de Victorinox, ella está encantada.

Tengo una amiga que desde hace unas semanas siempre viste kimono para estar en casa. Dada mi ingenuidad pensaba que era una moda pasajera o alguna técnica de seducción producto de las excesivas lecturas eróticas de comic manga… Sin embargo, la realidad es muy cruel y ella me ha confesado que es producto del exceso de sushi insípido que está invadiendo Madrid y mucho langostino peleón que se encuentra uno nadando en penoso aceite de soja.

Tengo un amigo que siempre me hablaba de Lerma… De sus ferias de ganado, de sus conventos y de sus mesones, donde se juntaban y comerciaban tratantes, ganaderos y curiosos. Era la Castilla del apretón de manos y la pelliza de paño. Ahora cuando me habla de su pueblo, intenta explicarme lo del “green del 8, el sand wedge  y la madera 3”. Eso último no lo entiendo mucho, pero reconozco que el Campo de Golf a la fueras del pueblo y el parador en la Plaza Mayor han cambiado el ritmo turístico de la comarca.

Tengo un amigo que se ha comprado un colchón con caja de seguridad. El artilugio es sumamente feo y además supone una pérdida de valores. ¿Dónde queda ese saquito cosido a la funda del colchón con los billetes convertido en “tubito de papel” y recogidos con una goma ancha? ¿Y esa lata de Cola-Cao reutilizada para guardar el arroz y esconder los ahorros de la familia?

Tengo una amiga que no sólo es muy celosa, sino que además no soporta ver a su novio mal afeitado. Es una cuestión de roce… Ella ha tomado medidas y ha decido, como suele suceder, que marca de cosmética tiene que usar él.

Tengo una amiga que ha vuelto enamorada de Oaxaca. ¿De la ciudad? Sí. ¿De la comida? También. Pero por encima de todo de un hotel, que tiene tanto de casa privada como de laboratorio de ideas.

Tengo un amigo que se inventa reuniones de trabajo en Bilbao para cuidar su dieta. Su excusa es un lugar para “los de Bilbao de los de toda da vida”, para los que no necesitan un salón privado para dar una alegría al cuerpo.

Tengo un amigo que quiere solucionar de un plumazo el tema de elegir que reloj ponerse por las mañanas. Sabe que es el único complemento de caballero que soporta modas, tendencias y críticas.

Tengo un amigo que siempre marca los miércoles en el calendario. Él dice que va a casa de un amigo, y no miente. Sé que va a un pequeño restaurante donde se sabe tratar bien a la gente y donde se da de comer sin tonterías. Este restaurante, situado en la calle Ponzano de Madrid, resume en una sala la experiencia de comer en una típica casa de comidas madrileña.

Tengo un amigo que no suele recomendar los sitios que le gustan. A veces por timidez y a veces por no generar envidia. Sin embargo, en esta ocasión venía tan feliz que no pudo reprimirse… El hotelito se llama Lyngen Logde y no es barato; pero tampoco es especialmente caro. Su magia va más allá del precio.

Tengo un amigo que ha descubierto el turismo troglodita, y  ha hecho de la Hospedería El Ventorro, su lugar favorito. Este antiguo cortijo era lugar de paso y reunión de caminantes alhameños y de los vecinos de la comarca. Antes, su quehacer diario se centraba en las faenas agrícolas y en saciar el hambre de todo aquel que por aquí paraba. Algunos recuerdan  todavía los años en que se pesaba con una “romana de libras” el esparto traído de Sierra Tejeda.

Tengo un amigo que los miércoles no va al trabajo. Lo tiene claro. O se pone enferma su mujer, o se pone enfermo el suegro. Él lo tiene claro: Los miércoles a la venta Pinillos. Aquí no se engaña al cliente. La Pinillos es una venta de las de toda la vida. ¿Su virtud? Un menú corto y estrecho, contundente y sin tonterías, y con un plato obligado. Los huevos fritos son casi aquí una religión.

Tengo un amigo que va frecuentemente al Casar de Cáceres para comprar su producto más afamado, la famosa Torta. Sin embargo desde hace unos meses su viaje tiene un segundo objetivo. Bajo la marca de Quesos de Casar y en la tienda que hay a las afueras de pueblo, se guarda una pequeña joya, su Queso de Cabra.

Tengo un amigo que mira mucho los dineros. Juanjo y Yolanda son un compromiso con la cocina leonesa. En la tierra donde cada pueblo tiene un microclima, y donde el frio marca las estaciones, cuanto se agradece un restaurante que ofrece un buen menú a precio razonable.

Tengo un amigo que está harto de aparcar mal en la calle de su oficina, harto de multas y de tener aspecto de oficinista aburrido con coche abollado. Pues mira… A lo mejor ha llegado el momento de comprar una bicicleta eléctrica. No es lo más cómodo, ni lo más seguro; pero si es una manera de declarar la guerra al mundo del impuesto.

Hace apenas uno días muchos descubrieron donde estaba Chipre. La playa donde nació Venus se convirtió en un referente de tertulias económicas, y el “equipo de noticieros iluminados” empezó a valorar los últimos estragos sociales de eso que ahora llamamos “los mercados”.

Tengo un amigo que mantiene una bonita teoría sobre el champagne. Desde que su bisabuelo, que pasaba dos meses en Biarritz al año para evitar sus ciclos depresivos de primavera, le dio a probar una copa de Laurent-Perrier, él no toma otra marca para no serle infiel a la “familia”.

Tengo un amigo que ha cambiado su dieta. Desde que este pequeño negocio, dirigido por un sueco trotamundos mochilero llamado Andy Boman, abrió en el corazón del madrileño barrio de Chamberí, su estómago ha descubierto un mundo de nuevos sabores por no más de 10 euros. Rollitos vietnamitas, currys de lomo de buey o hamburguesas de cordero a precio razonable para llevar a casa.