Letizia lo ha vuelto a hacer. Se ha vuelto a subir a unos tacones de aguja. Hasta aquí nada que objetar, por cierto unas sandalias abotinadas que son preciosas. Lo malo es que la común de las plebeyas si nos vamos a un pueblito riojano con sus empedrados y adoquines medievales pues igual que preferimos ponernos el tacón medio, por aquello de regresar a Madrid con todos los dientes.