Si alguien perjudica a otros, los humanos tendemos a querer que se le castigue para que no se vuelva a repetir su mala acción. Un equipo de científicos ha analizado los orígenes de esta motivación en unos experimentos con niños y con chimpancés y concluye que tanto los grandes simios como los niños a partir de los seis años quieren ver cómo el otro recibe el castigo.

Un estudio revela que los movimientos motores de los chimpancés son más parecidos a los humanos de lo que creíamos. Los autores creen que esto tiene implicaciones respecto al bipedismo de los primeros homínidos.