España

Saltan chispas entre Génova y Moncloa por el programa electoral del PP

No está resultando un trabajo fácil. Génova ultima el programa electoral del PP no sin dificultades. Andrea Levy se topa con el férreo marcaje de Sáenz de Santamaría que envía sugerencias, pone reparos o, sencillamente, señala con lápiz rojo excesos e inconveniencias. Saltan chispas a menos de dos meses de las elecciones.

  • Soraya Sáenz de Santamaría, Dolores Cospedal y Mariano Rajoy

Andrea Levy se afana estos días en la elaboración del programa electoral del Partido Popular, que verá la luz posiblemente en los primeros días de noviembre. La vicesecreteraria general de Estudios y Programas dedica horas de esfuerzo a la tarea. Conversa con los dirigentes de su formación, repasa trabajos anteriores, pergeña borradores. Jorge Moragas repasa luego los papeles, desde su rol de supervisor máximo de la campaña, y luego, se envía a Moncloa, donde un equipo que coordina la vicepresidenta se encarga finalmente del nihil obstat.

Arranca ahí el principal problema, puesto que es precisamente en este último y definitivo filtro donde los trabajos de Génova sufren un proceso de inmersión de realidad. No todo lo que emana desde el partido se ajusta a lo que puede presentarse, negro sobre blanco, en el definitivo documento programático. Según se comenta en el entorno de Moncloa, algunos puntos de los papeles que les llegan están cargados de voluntarismo y hasta de exceso de optimismo. En especial los referidos a hacer casar las propuestas sociales con las exigencias presupuestarias. Sáenz de Santamaría se encarga de distribuir esos documentos entre algunos ministros que algo tienen que decir. En especial la oficina económica de Moncloa y los departamentos de Trabajo y Hacienda. Montoro sonríe condescendiente. 

Dos aspectos básicos

Mariano Rajoy ha dado instrucciones en torno a las líneas maestras del programa, que ha de basarse en dos aspectos fundamentales: la recuperación económica y la unidad de España, con algunos pasajes referidos especialmente a la defensa de valores fundamentales de la Constitución frente a los retos del soberanismo catalán. Es decir, un impulso más a la gestión desarrollada durante estos cuatro años por el Gobierno, que, según fuentes del PP, ha cumplido al menos con el 93 por ciento de lo propuesto en el programa de las últimas elecciones.

La subida de impuestos, la ley del aborto o la reforma de la Justicia pesan como una losa sobre el pasado del partido, ya que sus incumplimientos se convirtieron en armas arrojadizas

Sáenz de Santamaría es la encargada de evitar sustos y contratiempos, para que en el caso de lograr un triunfo electoral y continuar en la Moncloa no se reproduzcan errores del pasado, no todos atribuibles, desde luego, a la impericia del partido. Asuntos como la subida de impuestos, la ley del aborto, la reforma de la Justicia pesan como una losa sobre el pasado del partido, ya que sus incumplimientos se convirtieron en armas arrojadizas por parte de la oposición a lo largo de toda la legislatura. Hay enorme expectación por dilucidar cómo quedan plasmadas las sugerencias planteadas en la Convención política del partido de principios de este verano, en la que se habló de reformas trascendentales sobre la democratización interna del partido, incluida la designación del candidato a la presidencia del Gobierno por todos los militantes.

La vicepresidenta se hace valer. Ha puesto sus galones sobre la mesa y la supervisión está siendo muy estricta, y el control de cuanto se incluye en el programa pasa por un dedazo férreo e intransigente. En ocasiones ha habido tensiones y han saltado chispas, fricciones inevitables según las fuentes consultadas. En Génova hay satisfacción sobre la marcha de los trabajos, una opinión no necesariamente compartida con lo que se piensa en el entorno de la vicepresidenta, donde se afina el lápiz para evitar patinazos ulteriores que luego pasan terribles facturas. Las relaciones entre Moncloa y el nuevo equipo del partido no han tenido demasiados encontronazos, pese a que en privado se escuchan comentarios no estrictamente laudatorios hacia algunos de los dirigentes que ocupan los despachos con más poder en el partido. Andrea Levy, a todas luces un valor en alza, quizás no sea una de las piezas más alabadas desde el aparato gubernamental. Pablo Casado, sin embargo, es objeto de general reconocimiento. Jorge Moragas, como imprescindible coordinador entre las labores del Ejecutivo y el partido, se afana por limar asperezas y evitar los tirones propios de esta etapa preelectoral, en la que los nervios están a flor de piel.

En Génova se reciben sugerencias, se admiten indicaciones, se recogen consejos. La nueva dirección tiene vocación de ser muy abierta y dialogante, aunque algunos veteranos señalan que se percibe una lógica falta de experiencia. En Moncloa no se pasa una. Dentro de unos días, el partido hará público tanto el contenido del programa como las listas electorales, otro de los asuntos que más quebraderos de cabeza está produciendo. Pablo Casado anunció 'un programa y unas candidaturas potentes'. Y no se quiere defraudar a un PP que vive bajo el síndrome de los nefastos resultados de las autonómicas y de la apoteosis demoscópica de su principal rival, Ciudadanos. Fuentes del PP deslizan que en el partido de Rivera se advierte un exceso de confianza que en ocasiones se traduce en una considerable prepotencia. Algo tienen que decir ante el fulgurante ascenso de la escuadra naranja, que se ha convertido ya en el tercer elemento fundamental en el panorama político nacional, muy por delante de Podemos, un valor en notorio declinar. 

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