Opinión

Aranés y catalán envían al exilio al español

Euskera y catalán, seamos claros, vienen a ser las lenguas de imposición en la enseñanza y en la administración, mientras el castellano es la lengua de la libertad que bulle a sus anchas en el resto de los ambientes

  • Manifestación en defensa del castellano -

Lo ha aprobado el Parlament de Cataluña por el procedimiento de urgencia. El objetivo, burlar las sentencias del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC) y el Tribunal Supremo. El español no está regulado como lengua vehicular. ¡Menuda chapuza! Si las grandes lenguas de la historia fueron el egipcio, el sánscrito, el griego, el latín, y el hebreo, las grandes lenguas de hoy son el inglés, el español, el francés, el alemán, el portugués el ruso y el chino. Pero los políticos no saben de lenguas, ni quieren saber.

Una lengua autónoma como el inglés no necesita apoyo de otra. Una lengua dependiente como el vasco, no existe sin ayuda de otra, el español o el francés, que son lenguas vehiculares para los vascos. Pero los políticos consideran que pueden cambiar el nombre a las cosas. Vamos a llamar miembras a las mujeres, experto al pobre Fernando Simón, memoria histórica a lo que nos da la gana, y vehicular a una lengua que no se sostiene por sí misma. Ahora resulta que la lengua más propia de Cataluña no es propia de Cataluña.

Si las lenguas no tuvieran nombre desaparecerían los caciquismos. Pero resulta que llamarse catalán o euskera tiene pedigrí, excita el ánimo, alimenta el falso orgullo y potencia la rabia. Lo mismo pasa en los pueblos de montaña (no en todos) cuando los de Villanueva de Arriba acaban odiando a los de Villanueva de Abajo. Imponer por narices el eusquera y el catalán es el resultado de una herida de la inteligencia, un abuso y un robo a la libertad.

Han difundido un sentimiento que aplasta lo que consideran invasor, como si los idiomas no se trasladaran atraídos por quienes prefieren conocerlos

Todos sabemos, excepto los que solo miran su ombligo, que el auxilio a una lengua es un asunto menor frente a la protección de los derechos de los hablantes. Lo que hace el nacionalismo talibán no es resguardar una lengua, pues sus lenguas son dos, sino marginar a ciudadanos que solo hablan castellano, y que ni quieren ni pueden aprender una lengua que no les va a facilitar la comunicación. Pura xenofobia lingüística.

Han difundido un sentimiento que aplasta lo que consideran invasor, como si los idiomas no se trasladaran atraídos por quienes prefieren conocerlos. ¿No habla todo el continente americano idiomas europeos como el inglés, español, portugués y francés atraídos por el desarrollo? ¿Se obligó a los indios a que lo aprendieran? ¿Tendrían que aprender náhuatl tolos los mexicanos? Al Gobierno de la Nación le da asquito incentivar las nuevas tecnologías y el desarrollo científico en español, perdón, en castellano, porque esas dos palabras les sueñan mal. Ahora sabemos también que le interesa calmar los ánimos independentistas para mantener sus alianzas.

La revitalización del catalán y el vasco, y de cualquier lengua carente de hablantes monolingües, pasa necesariamente por ampliar el número de familias que las transmiten. Ante la imposibilidad de nombrar comisarios que vigilen y sancionen a los padres que hablan castellano con sus hijos, la Generalitat y la Lehendakaritza se han inventado inyectar idioma autóctono en vena aprovechando la escolarización, sin que nadie se escape, y exigirlo en la sanidad. Como si no fuera más fácil aprender y curarse con la suavidad de la lengua que en cada momento mejor se entienda.

Las estadísticas lingüísticas, competencia exclusiva de los gobiernos catalán y vasco, se muestran minuciosas y penetrantes en sus informes, pero guardan silencio sobre el retroceso en la transmisión generacional. Euskera y catalán, seamos claros, vienen a ser las lenguas de imposición en la enseñanza y en la administración, mientras el castellano es la lengua de la libertad que bulle a sus anchas en el resto de los ambientes.

Lo importante no es qué lengua gana espacios, sino que una lengua gane espacios para una mejor conexión entre las gentes. Y la que se expande es el castellano

Las lenguas alcanzan sus momentos más o menos dilatados como resultado de los éxitos que las ensanchan o los traspiés que las recluyen. Su destino es resultado del azar. Por eso lo importante no es qué lengua gana espacios, sino que una lengua gane espacios para una mejor conexión entre las gentes. Y la que se expande es el castellano, única de hablantes monolingües. 

Las lenguas se propagan en las mochilas de los soldados. Romanos fueron los que llevaron el latín por el Imperio, griegos los que acompañaron a Alejandro Magno, castellanos los que llevaron el español a América, y británicos o franceses los colonizadores de espíritu viajero que sembraron el inglés o el francés por el mundo. Podrían haber sido catalanes, que también hicieron sus pinitos, o alsacianos o venecianos, y serían entonces el catalán, el alsaciano o el véneto las lenguas extendidas por el mundo.

Nadie queda mudo cuando una lengua desaparece, pues hay otra que la sustituye. Se inicia el declive cuando sus usuarios necesitan otra. No es que los hablantes deseen abandonar la propia, sino instalarse mejor en la comunicación. Las lenguas que se emparejan son numerosas. Una vez casadas, no se abandonan. Si lo hicieran, los hablantes quedarían mutilados. Los hablantes que menos necesitan de otra son los de lenguas soberanas como el inglés, español, francés, ruso y chino...Podríamos añadir algunas más, pero no muchas más.

El castellano se instala en los recién llegados a los hogares del 80% de las familias vascas y al menos en el 60% de los catalanes

La Generalitat atiborra con jarabe de catalán y reprime y marginan a quienes no quieren o no pueden aprenderlo. No les importa socavar un parte vital de la personalidad del hablante. Eso sucedía también en los antiguos países satélites de la Unión Soviética. Se obligaba a estudiar ruso a la población polaca, húngara, checa, uzbeca, armenia y otras muchas. Y lo consiguieron. Pero en cuanto se impuso la libertad, desapareció el ruso de los países satélites, y en un par de generaciones, el inglés ha ocupado los espacios abandonados, porque el ruso no se aprendía en las familias, sino en las escuelas.

El castellano se instala en los recién llegados a los hogares del 80% de las familias vascas y al menos en el 60% de los catalanes, que es el lugar que garantiza la estabilidad de las lenguas. En el momento en que catalán y euskera abandonen los tubos que los nutren en la unidad de cuidados intensivos, las aguas volverán, como en los países satélites de la Unión Soviética, al cauce que nunca debieron abandonar.

Hoy sabemos que los europeos más rechazados y humillados en territorios de paz son hablantes monolingües de español en territorios de odio.

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