En los días previos a la cuaresma cristiana, el mundo se viste de color para festejar el carnaval, heredero de ritos paganos ancestrales y de la lucha del bien contra el mal, un ritual que se desarrolla con peculiaridades distintas en cada lugar y que va más allá de los desfiles de música y disfraces.

No aparecen en las listas de los más multitudinarios. Y eso es lo primero que sorprende a los novatos que participan en ellos por primera vez. Sin embargo, la cosa tiene su explicación: aunque los de Tenerife, Las Palmas de Gran Canaria o Cádiz sean los primeros que nos vienen a la cabeza cuando se habla de carnavales, en España se celebran muchísimos más, casi tantos como pueblos hay. E incluso si solo nos ciñéramos a la lista de los más originales y divertidos, esta sería de las muy largas.

En carnavales hay licencia para casi todo: olvidarse del sentido del ridículo, acostarse a la hora de los churros y el chocolate, que la fiesta acabe yéndose un poco de las manos... Por algo es la celebración del exceso y el libre albedrío. Tanto que hay acérrimos defensores de que la frase “Lo que pasa en Las Vegas... se queda en Las Vegas” no es más que una variante de otra mucho anterior: “Lo que pasa en carnavales... se queda en carnavales”.